lunes, 12 de enero de 2015

FRENTE AL MAR

El primer sueño estaba ambientado dentro de una casa en la playa. Frente al mar. La playa desierta. El cielo nublado. Desde este lado de la ventana todo parece estar bien, aunque todo cambiará de un momento a otro. La casa es enorme; pero apenas muestra algunos de sus contornos. Allá afuera, a varios metros, está el mar en su lugar. La playa se acercará desde donde siempre ha estado, hasta cubrir la casa por completo. La impresionante inundación se producirá en apenas unos segundos. Todo podrá verse más allá de la ventana. Todo se oscurecerá allá afuera cuando el mar sepulte a la casa. Se la tragará en un instante sin hacer un sólo ruido. Mientras tanto, todos aquellos que estén dentro de la casa tratarán de negar lo que pasa; pero enloquecerán irremediablemente sólo con mirar un poco más allá de la ventana. No lo notarán; pero no les habrá importado perder su cordura allí adentro en las frías fauces del océano hambriento. Sin embargo, la casa inclusive resistirá. Afuera, las aguas grises parecerán definitivas del otro lado del vidrio. El único límite entre lo infinito y lo cotidiano. El mar se retorcerá desvergonzadamente. Se deslizará sordamente. Se reirá desenfrenadamente. Quienes hayan sobrevivido a semejante visión, y aún se atrevan a seguir mirando hacia el exterior, tal vez logren ver algunas otras cosas. El absoluto vientre oceánico les dejará ver algunos de sus indescriptibles secretos. Pero el mar jamás logrará entrar a la casa y sus habitantes contra el vidrio. Pero la rompiente milenaria no romperá nunca la ventana. Afuera, alrededor de la casa, a través del vidrio seguirá viéndose siempre el interior del oscuro abdomen marino. La inundación será eterna. El océano sin playa seguirá allí afuera, cubriéndolo todo. Y la gente en la casa seguirá allí adentro, temiéndolo todo. ¿Acaso podría haberse evitado semejante catástrofe? Tal vez, algún día lejano, la gente en la casa despierte y pueda salir otra vez al exterior para caminar tranquilamente por la playa soleada, sin sentirse tan culpable. Mientras tanto, tendrán que seguir soñando.